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Comen 2020 arriba

Carlos Coviella

-Phd UCLA

-Ingeniero

-Profesor

-Investigador UnLu

Con mucho placer quiero empezar diciendo que el curso lleno completamente mis expectativas. Mi formación religiosa de chico termino chocando con mi formación científica de grande, al punto que mi única solución durante muchos años fue poner los dos aspectos en cajas separadas. Me aproximé al curso con la curiosidad (y la necesidad) de unificar estas dos maneras distintas pero complementarias de acceso al conocimiento y el curso me ayudó a hacerlo.

La manera en que se fueron presentando los temas, los materiales de lectura y las películas y documentales propuestos por el docente fueron de a poco construyendo una síntesis superadora de mi dicotomía inicial. El conocimiento y la manera de presentar los temas por parte de Luis Samolski y de interrogar a los estudiantes a veces de manera provocativa pero siempre constructiva fueron hilándose de manera complementaria.

En el desarrollo del curso aprendí acerca del desarrollo de la conciencia y de la espiritualidad humanas y las espiras culturales que fueron desarrollándose a lo largo de los últimos milenios de la historia humana. Desde la etapa arcaica, pasando por la mágica, mística, la racional y la posmoderna, cada una fue incorporando aspectos de las etapas anteriores y agregando una visión nueva, un nivel nuevo de conciencia. Esa visión holística del curso, acerca del desarrollo de las diferentes fases de la cultura humana me permitió comprender la necesidad esencialmente humana y central a todas las culturas de creer en algo más allá de la vida y las diferentes maneras de construir y de saciar esa necesidad. Hay un hilo conductor desde el pensamiento mágico hasta el pensamiento científico. Los seres humanos necesitamos encontrar algún propósito, algún significado.

Pero y quizás más importante, me permitió ver y comprender las sucesivas rupturas culturales a lo largo de la historia. Desde la necesidad humana de explicar la naturaleza en términos mágicos, hasta el pensamiento científico más reduccionista, todos infundimos significado a lo que vemos y experimentamos a través de nuestro propio contexto.

Los estudiantes vimos así, que la necesidad espiritual de los seres humanos de creer en algo mas allá, se transforma en experiencia religiosa, la cual durante milenios guió, con sus aciertos y errores, el desarrollo de la cultura humana y no es casual que las tres Instituciones religiosas más importantes en la actualidad, hayan nacido dentro de un mismo lapso de apenas 500 años.  

El curso nos ayudó a comprender como, desde la primacía inicial del pensamiento mágico, se produce luego la ruptura con el pensamiento religioso, que desde lo formal se vuelve en algún momento incapaz de incorporar los nuevos conocimientos. Cómo el pensamiento de la etapa racional que en buena medida reniega de las religiones y las relega a todas bajo un mismo manto de pensamiento mágico. Y aun asi, la religión fue durante milenios, la manera aceptada de acceder al conocimiento sin plantearse la necesidad de comprobar ese conocimiento “revelado”.

La integración en este curso, de esta visión de espiras con las inteligencias múltiples es por donde se completa una unificación entre las necesidades espirituales de cada ser humano con las descripciones de las distintas aproximaciones desde el pensamiento científico: ambos lados intentan responder a su manera: ¿Qué hay más allá de mi/nosotros?

A lo largo del curso pude ver y analizar el contrapunto entre los fanatismos religiosos que se asumen portadores de una verdad definitiva, que tiene su contrapartida en la supuesta certeza científica de obtener todas las verdades con la medición. Las religiones pre modernas por lado, que no tienen como hacer frente e incorporar el tipo de adquisición del conocimiento propio de las actividades científicas donde lo incierto y lo inesperado son incorporados como parte del proceso. Y las actividades científicas que por su parte olvidan muchas veces que también desarrollan sus actividades dentro de un contexto cultural que las permea y condiciona.

Al desatar a las religiones, como Instituciones, de “lo religioso” como aquello que satisface la necesidad humana de alguna espiritualidad, el curso me permitió despejar, si se quiere, el obstáculo más duro a la integración entre religión (o más bien lo espiritual) y la ciencia. Sacado de su contexto de mandato indiscutible, el fenómeno espiritual se presenta entonces como una forma de acceder a un conocimiento que no necesita ser probado, medido y que no por eso debe ser rechazado.

Y esta unificación no se logra sino a través de un acrecentamiento de la conciencia, de la manera de mirar, de “ver”, intentando, hasta donde sea humanamente posible que aquello que “vemos” no sea simplemente el reflejo de nuestro propio pensamiento.

No quiero terminar sin agregar, además que la situación de tener que hacer el curso de manera completamente virtual (salvo la primera clase) no impidió para nada el avanzar en los sucesivos análisis propuestos por el docente. A través de los textos sugeridos, de los documentales y películas y, sobre todo, a través de las tres horas de clases virtuales en las que nos reuníamos cada lunes desde mediados de Marzo hasta mediados de Julio.

Me parece muy adecuado que en la Universidad, donde se reelaboran constantemente distintos aspectos del conocimiento en todas sus formas, se ofrezca un curso de estas características. Un espacio donde personas de muy distinta formación nos sentemos a dialogar acerca de esa pregunta “¿Qué hay más allá de mi/nosotros?” y de las distintas maneras en que los distintos desarrollos de la cultura y de la conciencia humanas nos hemos ido dando a lo largo de los tiempos para intentar responderla.

El profesor y ex rector de nuestra UNLu, Carlos Cansanello, dijo una vez abriendo un Congreso de Ecología Matemática (cito mas o menos de memoria): “Desde que somos seres humanos, siempre nos ha cautivado el sentarnos juntos alrededor de un fuego a contarnos historias. De encontrar explicaciones, mantener vivos los relatos de aquellas cosas que nos parecen importantes y de seguir preguntándonos que hay más allá. Y aunque los contextos han cambiado, las cuevas ya no son aquellas cuevas ni el fuego es el mismo fuego, aun ahora seguimos cautivados cuando podemos nuevamente juntarnos alrededor de un fuego para poder contarnos nuestras historias y seguir preguntándonos”.

Gracias a la Universidad y a Luis SamolskI por proporcionar estas reuniones “frente a un fuego” para recorrer las espiras del progreso de la conciencia humana, de las distintas maneras en las que puede mirarse ese progreso y personalmente, permitirme el unificar esas dos cajas separadas con las que inicié el curso.

Espero que este curso se repita para que muchas otras personas puedan aproximarse de esta manera a la temática de Ciencia y Religión y quizás algún curso adicional que vaya más allá, para seguir ahondando entre estos supuestos opuestos que no son tales.

Alzira Probo

-Licenciada en Historia

-Profesora UnLu
 

El posgrado, Ciencia, Religión y Espiritualidad,  fue una experiencia maravillosa. Era uno de los momentos que esperaba que llegase, lunes tras lunes, porque sabía que después de cada reunión sobre los temas propuestos, saciaría parte de mi sed por comprenderlos y me abriría nuevos horizontes para seguir creciendo e indagando. Nos tocó un grupo humano extraordinario, que traspasó la virtualidad con su humanidad. Era agradable leer, escuchar e intercambiar opiniones sobre los textos o las películas y documentales que hicieron parte de estos meses.

 

Me pareció fantástico que en esta Universidad  se abriera a la posibilidad de enfrentar las preguntas que muchos de los docentes,  de las distintas áreas, nos hacemos y que a las mismas le sean dadas un tratamiento como se merece: académico. Me llenó de esperanza,  no solo por el hecho de que estos  temas nos atraviesen como  sujetos,  también porque refleja un compromiso de la Universidad   en transformar este espacio, en un lugar abierto a las preguntas que las sociedades se han hecho  y que, como he mencionado, aún hoy nos siguen interpelando.

 

No hay dudas de que el ámbito académico es un espacio construido a partir de los debates y las respuestas alcanzadas en el pasado, sin embargo,  también debe permanecer abierta a las zonas donde las luces  no alcanzaron o no llegaron,  para seguir preguntando, para mantener el diálogo y  búsquedas que servirán de guía para las futuras generaciones. 

 

De mis lecturas en la generosa bibliografía que nos dejaste, encontré un trabajo de Sergio Morin publicado  por la UNESCO que sintetiza lo que quiero decirte:  “ (...) El  século XX vivió  bajo el reino de una seudo-racionalidad que ha presumido ser la única, no en tanto, disminuye la comprensión, y tapa la visión a largo plazo. Su  insuficiência para tratar los problemas más graves  se tornó uno de los desafíos más cruciales  para la humanidad.  Por esa paradoja,  el siglo XX,   produjo un  progreso gigantesco en todos los campos del conocimiento científico, así como en todos  los campos de la técnica; ao mesmo tempo, produjo una nueva ceguera  para con los  problemas globales, fundamentales e  complejos y esta ceguera ha  generado numerosos errores  e ilusiones. ¿Por qué? Porque ignoran los  principios  de un conocimiento pertinente”. 
 

No podemos mantenernos ajenos al cambio  del  paradigma que sustentó  la segmentación, compartimentalización del conocimiento  adquirido a partir de un único método,  cuando la misma Unesco en la DECLARACIÓN DE VENECIA,  3 a 7 de marzo de 1986  declara la  necesidad de un nuevo paradigma.

 

Te agradezco inmensamente lo que compartimos y admiro tu valor como docente por tratar, con la profundidad y seriedad, los temas que en general  en los ambientes académicos los esquivamos. Por otro lado, dado la complejidad de los mismos, queda la necesidad,   de que podamos seguir trabajando.

 

Veronica Pernicone

-Licenciada en Antropología

Cuando en noviembre de 2019 supe que el profesor Luis Samolski iba a dictar el curso de postgrado “Ciencia, religión y espiritualidad” no dudé en inscribirme porque es una problemática que me interesa desde que era estudiante de Antropología en la Universidad de Buenos Aires, e incluso antes. En esos años pensaba que estos temas se tratarían en alguna materia, pero no fue así. Todas las asignaturas tenían una orientación decididamente materialista y, por lo tanto, tuve que instruirme sola, como pude y sin la guía de ningún docente que me orientara en mis lecturas. En esa búsqueda personal conocí a Joseph Campbell, Mircea Eliade, René Guénon, Huston Smith, Raimon Panikkar, Julien Ries, y también me interesé en la psicología analítica de Carl Gustav Jung. Un recorrido bastante ecléctico. 

 

En consecuencia, comencé llena de expectativas este postgrado, imaginando que finalmente recibiría todo ese conocimiento estructurado que había ansiado durante tanto tiempo. Esperaba un curso meramente informativo. Pero no, no fue lo que encontré. Lo sorprendente de la propuesta de Luis es que supera el nivel informativo y se adentra en lo “formativo”. Cuando comencé a transitar los postgrados ya tenía una edad en la que no pensaba hallar saberes que me interrogaran, que me hicieran reflexionar sobre mi propia vida y mis convicciones, eso es algo que no se espera en el ámbito académico. Sin embargo, eso fue lo que sucedió a lo largo de estos meses. Este postgrado no cumplió mis expectativas, pero las superó, y estoy muy agradecida por ello. 

 

La honestidad de Luis fue absoluta: desde la primera clase (y la única presencial que tuvimos) nos advirtió que su curso iba a ser “desestructurado”, y aunque yo estaba intentando hallar una sistematización para mis conocimientos obtenidos de manera tan informal, los contenidos que presentó en esa ocasión y su peculiar manera de transmitirlos, con afabilidad y sencillez, me persuadieron: no era lo que buscaba pero era más, y era mejor. La clave es que lo desestructurado no es el curso, es Luis, y eso permite una inmensa libertad de pensamiento entre quienes lo escuchamos y aprendemos con él, y de él. 

 

Las habilidades de Luis como docente son muchas: excelente comunicador, maneja con total soltura los contenidos de cada clase (esa soltura que tiene el que realmente sabe) y plantea actividades desafiantes para sus alumnos. El simple hecho de pedir que redactemos nuestras tareas en primera persona, abandonando la clásica tercera del mundo académico, nos invitó a profundizar en nuestros sentimientos y a hacernos cargo de nuestras opiniones, dejando de lado la “máscara” del “se dice” o “se cree” a la que estamos tan habituados. Escribir “yo pienso”, “yo opino”, nos quitó el anonimato de la tercera persona y nos expuso frente al resto de los alumnos del curso mediante el uso del aula virtual, pero eso hizo, a su vez, que nos conociéramos mejor y que se formara una cohesión en el grupo que, realmente, fue inesperada para mí, dadas las especiales circunstancias que nos tocó vivir en este período. 

 

Estuve con ellos físicamente en la única ocasión que compartimos un aula en la Universidad de Luján. Ese 9 de marzo fue la última vez que salí de mi casa, hasta ahora. Luego se desató el horror de la pandemia y Luis tomó la decisión de continuar la cursada de manera virtual. En mi caso, nunca antes había hecho un curso online, me preguntaba si esa solución precipitada por las circunstancias podría resultar exitosa. Pero lo fue, y en gran medida por la capacidad de Luis, que nos ofreció no sólo sus conocimientos sino también su simpatía para superar los obstáculos técnicos que se presentaron. Debemos tener en cuenta que éste no era un curso destinado a realizarse online. Y sin embargo, Luis salió airoso de la prueba y generó en nosotros un entusiasmo que es difícil de describir. En las primeras semanas de cuarentena, cuando todos estábamos acosados por una inmensa incertidumbre, esas horas de los lunes a la tarde representaron un salvavidas en medio de un naufragio, un ámbito donde se aguijoneó a mi mente y que me permitió olvidar, al menos por un rato, la tragedia que aún estamos viviendo. Y sé que a todos los que cursamos nos sucedió lo mismo. Además, durante la semana, las tareas propuestas también me ayudaron a concentrarme en algo que no tenía nada que ver con la angustiante realidad que todavía nos rodea. 

 

Creo que la elección de los contenidos para desarrollar un tema tan complejo como es la relación entre ciencia, religión y espiritualidad, fue impecable. El concepto de “espiras”, que no conocía, permitió que me explique con mayor fundamento muchas situaciones que atravesé en mi vida, y sé que me seguirá resultando provechoso en el futuro. Lo importante de este curso es que no sólo amplía nuestro conocimiento a nivel intelectual, sino que es útil para la vida.    

 

No sé si esas primeras semanas de la cuarentena habrían sido iguales para mí si este curso no hubiera existido. A mi parecer, fue lo mejor que hice en esos días. Este postgrado fue ideal para atravesar un escenario tan desolador porque fue mucho más que una actividad académica, fue una grata compañía. Nos brindó un ámbito para reflexionar y dialogar con completa libertad y, sobre todo, con inmenso respeto por las opiniones de cada uno de nosotros. La calidez de Luis, su buen humor, y sus inagotables conocimientos hicieron que cada semana esperara ansiosamente ese espacio de los lunes, y en verdad sentí un vacío al finalizar la cursada. 

 

Recomendaría este curso a toda persona que se atreva a andar por el camino de la aventura intelectual y emocional al mismo tiempo, a realizar un auténtico peregrinaje mental, porque de este camino se emerge distinto, como una versión mejorada de uno mismo.    

Alejandra Olguin

-Profesora de Ciencias de la Educación

Me llega la información del curso por una amiga, ella sabía que estaba buscando “algo” y conocía de mis nuevos caminos de búsqueda…

Es la primera vez… luego de casi 40 años (faaaa hasta ni lo puedo creer) que me pongo con algo que no sea lo “mio”- la educación.

No conocía, la universidad, ni cómo llegar, no tenía referencias del profe… el título del curso me atrapó inmediatamente: Ciencia y Religión. Y allí fui cual aventurera… con una sonrisa en la cara por el Acceso Oeste… casi casi diría una Celeste Carballo entonando… voy a tomar la ruta 3…

Ciencia y Religión: Una  síntesis tan perfecta para mí, una persona de fe, con una formación religiosa que me acompañó durante toda la escolaridad, con una versión sui generis que me aleja  de la institución Iglesia y con toda una vida trabajando por encontrar respuestas… en la formación académica, en los textos, en actualizaciones y posgrados… y con pocas ganas de encontrar respuestas en mí.

Un solo encuentro alcanzó (9 de marzo) y luego el mundo se detuvo. Alcanzó para saber que me sentía cómoda entre ese grupo de compañeros de las formaciones más diversas . Hablábamos de cosas distintas… para mí la torre de babel (donde el discurso pedagógico didáctico siempre fue el dominante). Y un profe super carismático, empático, con experiencias que deseaba transmitir, con un entusiasmo a flor de piel. Y con una primera afirmación que me provocó lindo: “aquí lo importante son las preguntas que se nos generen luego de cada encuentro” Preguntas más que respuestas. Y compre!

Y algo pasó, y se produjo el encuentro y la distancia y el zomm y el delaye no importaron. Y pude ser Yo, conociendo para mí y conociéndome.

Y Newton y Descartes… y los chamanes con Edgar Morín… y ver Human , el hombre que conoccía el infinito o Interestelar… todo tenía un sentido para mí, y no era caótico (como podría suponer con temáticas tan diversas) sino que tenía un orden y una resignificación. Y las espiras!!! que descubrimiento revelador!!

Evidentemente era el momento, mi momento. Y aprendí, aprendí otras cosas, me vinculé con otros temas y miré lo propio desde otras perspectivas y básicamente disfruté y  me emocioné.

Y nos emocionamos con ciertos temas y compartimos. Y estos extraños que éramos…nos encontramos en comunión y con una conciencia distinta sobre lo que significa la espiritualidad. Sin dudas, los que hemos tenido la oportunidad de pasar por allí tenemos hoy una mejor versión de nosotros mismos.

Un párrafo aparte para el profesor Luis Salmoski, con el objetivo claro de hacernos re visitar lugares comunes con otros ojos (los del sentir) ,siempre dispuesto, contenedor, fabricando dispositivos para que los temas emerjan y tirando todo si era necesario para arrancar por otro lado.

Y… retomo la canción de Celeste … con lo que significó el curso para mí

Que un viento frío me pegue en la cara, en todo el cuerpo, que me gaste el alma… me enamore la tierra… Y no me deje volver…

Es así profe, compañeros, de este camino iniciado ya no vuelvo… no sé si podré volver a encontrarlos… pero sepan que por este camino estoy… GRACIAS!! LOS ABRAZO!

Maria Juliana Calbeyra

-Profesora en Comunicación Social

Cuando el mes de febrero comenzaba (allá a lo lejos pero no tanto desde mi apreciación), fui surfeando en cursos, capacitaciones o seminarios que podrían resultar útiles a mi formación académica e (involuntariamente) hallé el sitio de la Universidad de Luján donde se coló un listado de cursos y seminarios en instancia de postgrado. Por lo tanto, vi la publicación del seminario del Licenciado Luis Samoski. Mezcla de curiosidad y empatía pude ver en el nombre del seminario la chance de encuentro con otras “voces” y otros conocimientos y de eso que tal vez, me quedo trunco en Religión cuando era una joven católica que asistía a colegio religioso en la ciudad de Campana. Fue evidente que la elección tenía un componente emocional y la posibilidad de revelarse ante los paradigmas que el catolicismo calaron en mí durante la infancia y que día tras día me generan inquietudes, preguntas e incógnitas que cuestiono y que aún sigo sin tener una respuesta. 

Entonces cuando asistí a la primera clase allá por marzo, tuve esa sensación de bienestar e incomodidad que genera el conocimiento y las contradicciones que en buena medida, se mantuvieron fuertes y me ayudaron en esto que llamo “apertura mental”, como ejemplo de ver nuevas formas arriesgadas de espiritualidad (como la práctica en el cerro Uritorco que si bien no fui protagonista) tuve cercanos que sí lo presenciaron y me han dicho que podría vivenciar en carne propia una fuerza interior que supera cualquier energía negativa. Esto también me atrajo.  En este sentido, la idea de “apertura mental” fue liberador y me dejó en una constante alegría o satisfacción ante esos conocimientos que se esmeraba en explicar el profesor. El primer encuentro fue muy agradable y se mezcló la ansiedad de comenzar algo nuevo y tener muchas expectativas por el conocimiento por adquirir. Sin embargo, las noticias en el mundo y el avance de un virus denominado COVID 19 (ya en la primera semana de marzo); comenzaba a ser la vedette de todos los canales de televisión y en cada charla cotidiana; amenazaban los encuentros presenciales en la Universidad de Luján.

En mi propia experiencia, había viajado a zona sur del conurbano bonaerense previo a la declaración del aislamiento social preventivo obligatorio que el presidente argentino Alberto Fernández anunciara públicamente, lo cual me pareció pertinente comunicarse por correo electrónico con el profesor para ver alternativas ante tal situación. Tomamos una o dos semanas para acomodarnos a la nueva realidad, e inmediatamente el chat del grupo se llenó de comentarios buscando una solución. La plataforma Zoom era una alternativa viable sin cambiar el día y horario del curso ya que la mayoría tiene horarios inamovibles de trabajo y comenzaba a hablarse que la mayoría adoptaría la virtualidad y el homeoffice para atenuar los efectos de la tan temida pandemia.

La continuidad del seminario me dejó tranquila y con buen humor para comenzar el aislamiento. Le suelo temer al aburrimiento como el peor estado anímico y tener planificado mis tardes de lunes (con la significación negativa y popular del comienzo de la semana) hacía que todo se hiciera menos terrible. 

Los encuentros siguientes por Zoom (claro está, dicha plataforma más utilizada durante los meses de inicio del aislamiento desfavorece la conectividad durante el turno vespertino) fueron medianamente complicados. A veces la pantalla del profe quedaba “congelada” o había cierto delay entre el audio y la videollamada que exigía que ninguno estuviera distraído y por ende, la conectividad claro está, perjudica por momentos la continuidad de los contenidos y la claridad de lo que se locuta. Evidentemente la pandemia arrojó enormes abismos entre la presencialidad y la virtualidad en el contexto de la educación que exige buscar alternativas, reflexionar sobre los educadores y educandos en contextos de pandemia y pone en evidencia las desigualdades del sistema educativo argentino. De todos modos, la virtualidad parcialmente se enmendó con el descomunal esfuerzo de los docentes que desean que sus estudiantes aprendan a pesar de las circunstancias. Dicho ésto: los profesores se ven atrapados en un sinfín de temas, audio, conectividad, micrófono, motivación, stress, tiempo versus profundidad de los temas y contrariamente a lo que se cree, la virtualidad se desenvuelve en un maremoto de problemas que casi siempre son exentos a la materia pero complejizan la situación de enseñanza y aprendizaje. Aunque el profesor Luis Samolsky ha hecho un trabajo estupendo de adaptación de la virtualidad que fue mejorando con el paso de los meses. Destaco la labor del profesor que siempre estuvo atento a las necesidades y las inquietudes que surgían de la charla, de la explicación de los contenidos y, especialmente, de la serie como “Algo en que creer” o las películas One of Us o El sanador  que forman parte del contenido pilar de la materia. La serie Algo en que creer transcurre en la capital de Dinamarca y se basa en las historias de una familia tradicional católica, donde los protagonistas se debaten entre los avatares de la vida, separación, engaño, homosexualidad, muerte y nacimiento de su nieto, cambio de vida de uno de sus hijos al budismo, etcétera hasta el fallecimiento del hijo pródigo con una cita de cada capítulo de un Evangelio de la Biblia o de filosófos relevantes como Nieztche y que no sólo como espectador/a reflexionas sobre los aspectos más triviales de la vida hasta temas muy profundos como la vida después de la muerte con el personaje de la madre y esposa del pastor y su búsqueda de la voz de su hijo fallecido que no sólo me pareció “novedosa” sino impactante por la construcción del personaje y la chance de explorar temas pocos convencionales desde el cine. La mujer vive un constante cambio que rompe con el rol trillado de esposa, pero que se debate moralmente entre mujer, esposa, hermana y suegra que es realmente encantador cuando le confiesa a su nuera casi al final de la serie que siempre ha sido la esposa del pastor y que siempre será su suegra y la abuela de Anton. Me parece que fue un gran hallazgo del profesor incluirla en la lista de películas o series comprendiendo que la religión es una decisión de vida, es una constante búsqueda de espiritualidad y de amor y sobre todo, replantearse (por qué no) esta dimensión desconocida del amor. Decía Sigmund Freud en “De Guerra y Muerte, Temas de Actualidad” [1915]: “… caeremos en un error si concebimos nuestra inteligencia como un poder autónomo y descuidamos su dependencia de la vida afectiva. Nuestro intelecto (...) sólo puede trabajar de manera confiable apartado de las influencias de poderosas mociones afectivas; en caso contrario, se comporta simplemente como un instrumento al servicio de una voluntad, y ofrece el resultado que esta quiera arrancarle”. Por ende, hay más una idea de “amor”; hay esa idea de moción afectiva que recorre el film desde el momento que el niño ve a su abuelo y a su padre hasta ese momento de conexión espiritual del mismo personaje en una misa y hablando lenguas que no son propias que parece (si uno sólo extrajera esa escena del film pareciera una especie de exorcismo en vivo) que tiene el personaje donde desnuda este dilema entre la ciencia y la religión sobre lo místico. En ese momento mis preguntas fueron ¿los signos místicos forman parte de la religión cristiana o se han desechado? ¿por qué se han desechado u omitido? ¿la oración como conexión entre lo divino y terrenal tiene o no tiene un condimento místico? ¿y en caso que fuera así, ¿qué carece de misticismo? ¿cómo la religión devela el misterio? Aùn ciertas preguntas siguen esperando respuesta.

La serie Algo en que creer arroja muchos interrogantes y fue muy discutida en el foro. El foro forma parte del campus virtual de la Universidad de Luján y en el contexto de ASPO fue arduamente utilizado. Entiendo que la participación del foro significó un momento de reflexión y de intercambio con los compañeros y compañeras, que de alguna forma, contribuyó a que nos conozcamos más desde nuestras miradas y experiencias personales. El profesor algunas veces incluía devoluciones en la clase para que la escritura se enriqueciera y fuese un espacio que clase a clase era de mayor importancia porque las preguntas eran más profundas y de mayor razonamiento. Algunas veces previo a las clases por Zoom, releía las intervenciones y sentía -como se suele escuchar- el césped del vecino siempre es más verde e intenté mejorar mi discurso escrito para que se comprendiera mejor y condujera a interrogantes más valiosos para analizar a posteriori. En el desarrollo de las clases me fui redescubriendo; porque en el principio (seguramente mi ansiedad primaba sobre eso que Luis señaló “dejemos que decante”) hacía que dijera ¿hacia dónde vamos? ¿y cuándo llegamos a la ciencia? ¿Por qué no le cuestionamos a la ciencia algo más, por ejemplo sobre el origen de la vida? ¿y si sólo le cuestionamos a la religión? ¿decimos que creemos porque necesitamos saber qué creemos, 

¿de alguna manera buscamos respuestas? A medida que avanzabamos en las religiones abrahámicas, la filosofía del conocimiento y del papel de la ciencia, como si fuera la receta en la cocina, los ingredientes se sazonan adecuadamente y el resultado es previsible y correcto así lo sentí yo: “el curso tiene sus tiempos, hay momentos de reflexión, hay momentos de escucha activa y hay momentos para hacer silencios y mantener sana prudencia porque provoca sensibilidad y emoción”. Sobre lo que señalaba más arriba, las películas más correctas fueron la polémica “One of us” sobre los individuos (tres historias de vida peculiares) pertenecientes a la religión judaísmo jadísico que enfrenta las más aberrantes experiencias de sufrimiento que literalmente son ultra polémicas sino también retrasan siglos y siglos. En especial, señalo este documental por su conexión con Poca Ortodoxa, reciente serie de la plataforma Netflix que plantea la huida de una joven de Brooklyn a Berlín y su enfrentamiento cultural y religioso (lejos de su familia judía) y su deseo de convertirse en cantante, la cual no sólo está muy bien narrada sino evidencia las calamidades (que aún hoy) transcurren en barrios jadísicos de Brooklyn (EEUU) y que expone a crueldades a mujeres y jóvenes con injusticias e imperdonables desigualdades . Esto derivó en aprender un poco más sobre el judaísmo (y sobre los preceptos religiosos) que se inscriben en los cuerpos y en los hábitos (por ej: se ve que la mujer debe perder / cortar su pelo corto, castaño y usar una peluca para asemejarse a las demás mujeres). No se respeta la heterogeneidad ni las individualidades por ende es polémico y atrevido. Fue un desafío incorporar al contenido porque representa “vivenciar una realidad” ajena geográficamente y culturalmente. Ese aprendizaje de empatía me parece que lo valoro hoy muchísimo.

Por otra parte, la película El sanador es la historia de un joven que queda huérfano al morir su madre, víctima de una extraña enfermedad. Esta circunstancia lo anima a viajar a Persia para estudiar medicina bajo la tutela del sabio doctor Ibn Sina. Allí, descubre el valor del conocimiento, conoce a una mujer y profundiza su vínculo con las enfermedades desde las nociones de anatomía hasta contabilizar los muertos tras una epidemia o peste. Generalmente estas escenas evocan mucha emoción por la situación de pandemia que atraviesa el mundo entero. Asimismo también considero necesario la crítica exhaustiva a la nota periodística Dios y la pandemia en Página 12 del domingo 14 de junio de 2020 donde el filósofo argentino dice Dios no existe, aludiendo a la imagen de una mujer que llora sobre las puertas cerradas de una iglesia y dice que “no escucha” o “no quiere escuchar”. Allí no sólo Feinmann se despoja de un acto de humildad, que carece completamente sino sentencia “verdades” que potencia la voz intersubjetiva de su relato. A partir de estas clases desde junio a julio, la búsqueda continua de deconstruir el relato religioso y también el científico es un punto de partida para debates que exigen vehemencia retórica y reflexión (siempre pendientes y en construcción). El término verdad es también relativo y provisorio y desde los cuadrantes (arcaico, mágico, mítico, racional y pluralista) augura una forma de entendimiento que se hace inteligible al ser humano si es capaz parafraseando al profesor Samolski entender que desde que nacemos hasta ahora, en el año 2020; pasamos por cada uno de los cuadrantes. Desconocer esto es invalidar que las construcciones mentales de lo qué es el mundo y la vida se superponen entre las espiras. Sobre las espiras (rojo, ámbar, amarilla, naranja, verde, esmeralda) fue un trabajo muy arduo porque son categorías muy abstractas pero la relación con los 5 cuadrantes, finalmente, termina comprendiéndose cabalmente. En estas clases, utilizamos el pizarrón virtual y fue muy útil para el entendimiento de los temas  ya que a quiénes estamos acostumbrados a trabajar los textos, organizar la teorías desde cuadros sinópticos era una acercamiento más amigable que valoro y subrayo. El modelo de las espiras, los cuadrantes de la realidad (YO - ELLO- NOSOTROS / AS Y ELLOS / AS) pone énfasis en los fenómenos internos y externos pero también como aprendemos y vivenciamos cada una de las experiencias con el lenguaje, la religión y la cultura. Como estudié Ciencias de la Comunicación este contenido fue realmente muy importante. Sobre todo, quiero destacar que la subjetividad entendida como proceso social interno intrínseco al ser humano fue tornándose vital para distinguir la fuerza poderosa de la religión y sus consecuencias en las vidas de sus creyentes. Se me fueron filtrando incógnitas como ¿por qué el Padre Nuestro es la oración sine qua non del catolicismo? ¿la fe es más invisible y más poderosa que la religión? ¿cuánto de nuestra subjetividad - en el caso de los católicos - se lo debemos a lo heredado por la religión? Entonces hubo contradicción. Recordé entre mis aprendizajes la escena del pastor Johannes en la serie Algo en que creer y el psiquiatra: cuando ambos no están de acuerdo entre lo que es un diagnóstico ¿es una sentencia o un punto de vista médico?. El psiquiatra dice: nosotros no juzgamos. Entonces ¿quién juzga? ¿quién juzga nuestras atrocidades a nuestros semejantes, a las guerras cometidas, a los desastres ecológicos? Volví a interrogar a la Historia, ¿existe el bien o existe el mal? ¿Ambos? Alcé entre mis manos el cuaderno de apuntes y tomando los pares de opuestos que analizamos durante las clases: luz / oscuridad - vida / muerte - sano / enfermo fueron, así, como las llaves para pensar que si tenemos luz es porque hemos atravesado la oscuridad y aún más recordé esa frase del filósofo Arthur Schopenhauer: “Las religiones, como las luciérnagas, necesitan de la oscuridad para brillar”. Ese enigma del inicio comenzaba a verse más claro. Aunque, siempre, exista una mínima duda. En conclusión, ¿acaso no es en base de dudas, incertidumbres y dolor que atravesamos la vida? Pero claramente, esa idea de Paraíso, aún me genera algo, que no termina de dilucidar (tal como lo dice el catolicismo); entonces asumí que estaba en buen camino, cuestionando la vida después de la muerte y generando en mí más desafíos para pensar y existir.

Carina Smar

-Licenciada en Deporte

Comienzo contando que, en el año 1998, me voy a vivir a Lujan, con el objetivo de estudiar Ingeniería Agronómica en la U.N.L.U.

¡Recibida de Técnica Agropecuaria pretendía seguir la misma formación, en una de las mejores Universidades Públicas de la Argentina!

Estuve varios años intentando, pero la situación económica del país en los años siguientes se complejizo y tuve que dejar la Carrera, debido a que a los 18 años trabajaba y me mantenía sola para salir adelante. Entonces con dolor en el alma tuve que volver a mi ciudad de Zarate en donde ya mas tranquila al no tener tantos gastos de alquiler etc. Pude recibirme de Profesora de Educación Física, luego de Licenciada en Alto Rendimiento Deportivo.

Aunque en mi corazón siempre quedo la frustración de que estuve tanto tanto tiempo en Lujan y no me pude recibir de la Universidad que tanto amaba, es por este motivo que siempre estaba buscando alguna capacitación y/o curso pero ninguno accesible a mis posibilidades.

Hasta que un día de esos de búsqueda encuentro el de “Ciencia, Religión y Espiritualidad”. ¡No podía creerlo! ¡Me anoto inmediatamente y mando un email al Profesor preguntándole si podía realizarlo por mi formación, me contesta a la brevedad y me dice que si! Una felicidad inmensa me invadió ese día, por fin iba a ir a cursar a la U.N.L.U.

Expectante que llegara ese momento el profesor organiza un grupo de Whatsapp, pregunto quién vivía cerca y contesta una compañera de Campana, arreglamos y la paso a buscar, fuimos charlando todo el viaje, ¡por fin llegamos!

¡La primera y única clase presencial! Estaba muy emocionada de estar ahí, y al conocer a mis compañeros de otras profesiones no lo podía creer, aunque había temas que ni idea, vengo de una formación totalmente atea y cerrada, entonces hubo muchas cuestiones que me sentía perdida cuando hablaban de religiones etc.

Luego continuamos con la cursada virtual debido a la Pandemia y yo me preparaba media hora antes como si fuera a viajar para estar ahí, concentrada, expectante en aprender de esos temas que me interesaban.

¡Cada clase fue mágica! Me dejaba pensando, analizando, buscando por qué a cada explicación del profesor, cada propuesta de series, películas, textos, libros etc. que debo felicitar por la pasión y la adaptación a esta nueva forma de mantener la continuidad pedagógica que no es cómoda para nadie, logramos llevar la cursada adelante y terminarla en tiempo y forma.

Con respecto a mis compañeros sentí a pesar de las diferentes formaciones que estábamos unidos en algún punto al estar buscando algo en este curso, ¿algo de nosotros mismos?

Por último, agradezco a la Universidad Publica por seguir manteniendo este curso y dando la posibilidad a los que muchas veces tenemos diferentes limitaciones de poder llevarlo a cabo y cumplir en mi caso un sueño.

Y a Luis, por reafirmar mi espiritualidad llevándola a cabo mediante las prácticas de meditación que comencé a realizar desde el día uno de la Pandemia, mantengo y siendo consciente de cultivar siempre mi campo intelectual, buscando un sentido a la vida, sin dejar alienarme por esta sociedad, y siempre luchando por un mundo mas humano e inclusivo desde el lugar donde estoy para las futuras generaciones, siendo protagonista de nuestras vidas y trabajar para nuestra propia transformación personal”.

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